Decía Pepe Monagas, en la voz de Pepe Castellano que “se juntó un ser con otro ser y nació un ser que aquello no podía ser” y lo decía de un chiquillo cabezúo. Yo no sé si tal afirmación podría aplicarse a la más que vaticinada unión de Coalición Canaria y Nueva Canarias –amén de otros individuos que también diban en la rueda de los presentes- de cara a las próximas elecciones generales del 20-N, Dios lo tenga en su Gloria. Habrá que ver el tamaño de la criatura –algo en lo que será parte decisiva el electorado canario- y si tenemos cebolla de Gáldar o menuda. Soy de los que piensa que entre Coalición Canaria y Nueva Canarias las diferencias son más bien pocas y éstas habrá que encontrarlas en algún municipio pero que en lo restante son muchas más las coincidencias. Vamos, que el teatrillo al que hemos venido asistiendo en los últimos años tenía más de personalismos y luchas intestinas que de afirmación de proyectos políticos radicalmente opuestos.
Por eso, uno no entiende que ante Madrid y Bruselas no vayan juntos de la mano siempre estos nacionalistas canarios, resolviendo sus posibles desencuentros en órganos internos, mesas de coordinación o seguimiento de sus acuerdos, etc. A mi juicio contribuiría esto bastante a clarificar el panorama al personal y además despejaría un campo que precisa ser redefinido y ocupado con nuevas personas, organizaciones, ideas, propuestas, formas,… Me refiero, como supondrán, al nacionalismo de izquierdas o a la izquierda nacionalista, según se mire y que hoy más que nunca está en condiciones de poner en pie alguna opción que haga que los múltiples descontentos que en nuestras islas se han generado en los últimos años –además del cabreo secular- no hagan como los beneficios del turismo, nuestras aguas territoriales, etc., o sea, irse fuera en forma de alguna oportunista sucursal electorera. Toca perderle el respeto al chiquillo cabezúo y a los abusones que siempre lo han defendido.