
Este artículo lo publica
Agustín Bethencourt (Tenesor Rodríguez Martel) nace en Gran Canaria en 1972. Estudios de lengua y cultura rusas en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria . Vive en Moscú de 2002 a 2007. Tras 8 años viviendo en Bruselas, en 2016 se muda a Viena, desde donde sigue muy de cerca la realidad de Europa Central y Oriental. Miembro fundador de la revista Tamaimos y de la Fundación Tamaimos.
Hay un país en donde la lucha tradicional es el deporte más popular. Donde asiste más gente a ver las luchadas que los partidos de fútbol. En donde es un deporte tan importante la lucha, que el gobierno aborda el problema que supone la formación de los jóvenes luchadores y las asignaciones económicas que reciben. Donde por una sola luchada, un practicante de esta modalidad deportiva puede recibir hasta doscientos mil dólares.
En este país, cada año asisten a las luchadas seiscientas mil personas. Y una sola luchada puede congregar hasta veinticinco mil personas.
Pero no todo es de color de rosas en el mundo de la lucha senegalesa. Con todos estos antecedentes, podría pensarse que es un deporte con solo luces y ninguna sombra. Pero no es el caso: carecen de infraestructuras propias para la práctica del mismo, las luchadas se celebran en campos de fútbol. Y las prácticas sin escrúpulos de algunos promotores preocupan al gobierno.
Los invitamos a saber más del mundo de la lucha senegalesa en esta traducción (al inglés) de un artículo aparecido en el diario francés Le Monde, obra de Dorothée Thienot.
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Agustín Bethencourt (Tenesor Rodríguez Martel) nace en Gran Canaria en 1972. Estudios de lengua y cultura rusas en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria . Vive en Moscú de 2002 a 2007. Tras 8 años viviendo en Bruselas, en 2016 se muda a Viena, desde donde sigue muy de cerca la realidad de Europa Central y Oriental. Miembro fundador de la revista Tamaimos y de la Fundación Tamaimos.