
Este artículo lo publica
(Tenerife, Islas Canarias, 1990) es filólogo, crítico apasionado de las literaturas canaria y latinoamericana. Gracias a una beca, estudió la historiografía de la estética y la teoría literaria marxistas. Se licenció con Premio Extraordinario en Filología Hispánica por la Universidad de La Laguna y fue reconocido por el Gobierno de Canarias con la Beca a la Excelencia en 2012, así como por instituciones privadas. Máster en Literatura Hispanoamericana en la Universidad Complutense de Madrid, actualmente es Teaching Assistant en la Universidad de Harvard.
(es continuación)
¿Qué había detrás? Un rápido examen lógico sobre el entusiasmo de este artículo devendrá en la conclusión de que tras este congreso latía una misma agenda que, tras el marco del proyecto y los intereses particulares de cada ponente, denotaban una línea de pensamiento y actuación similares: “no todos podemos estar equivocados”, me decía al final de la jornada el antropólogo José Farrujia. Tal vez las y los tremendos organizadores del proyecto no estén enteramente de acuerdo, pero diré que hubo una reflexión coincidente sobre el destino de las islas, el papel que en este momento pueden cumplir, y (sobre todo) las posibilidades de repensarnos a las que nos obliga el examen de una historia común de colonización y olvido compartidos con muchas de las orillas del mar océano.
El congreso fue un éxito monumental; la organización, el público, los tiempos, los frutos. Escuchar sobre los movimientos sociales que tanto añoro en un rascacielos de Nueva York no tiene precio. A largo plazo, una voluntad de continuación, una referencia ya para las actuales investigaciones sobre las islas y, más importante aun, la promesa de la exportación de las islas como tema de investigación, enseñanza y capital cultural fuera de las islas.
Y, en algún momento, tal vez, finalmente eso sirva para abrir muchos ojos y aceptar por fin que en las islas ese debe ser el capital cultural fundamental: conocer nuestro país, y aceptarlo tan digno de estudio como cualquier otro territorio. Este último día sábado, la portorriqueña Wadda Ríos Font, ante el panorama de monopolio canario del interés investigador en la sala, hubo de recurrir a un chiste iluminador: “tendré que retrasar la escritura de mi libro por seis meses después de lo que escuché hoy aquí”. Y eso es exactamente lo que debía querer este congreso y lo que necesitamos: que para tener que escribir de nuestra parte común del mundo tengan que detenerse por aquí.
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(Tenerife, Islas Canarias, 1990) es filólogo, crítico apasionado de las literaturas canaria y latinoamericana. Gracias a una beca, estudió la historiografía de la estética y la teoría literaria marxistas. Se licenció con Premio Extraordinario en Filología Hispánica por la Universidad de La Laguna y fue reconocido por el Gobierno de Canarias con la Beca a la Excelencia en 2012, así como por instituciones privadas. Máster en Literatura Hispanoamericana en la Universidad Complutense de Madrid, actualmente es Teaching Assistant en la Universidad de Harvard.
Muchas gracias por una crónica tan interesante sobre este Congreso. Quiero plantear aquí una cuestión que tiene más que ver con la tercera parte de dicha crónica, en la que se hace una defensa de una nueva disciplina que vendría a ser “relaciones Canarias-América”, por usar la misma denominación. Sin que esto suponga crítica alguna a una experiencia tan enriquecedora, ¿no sería esa disciplina en sí misma más bien un ámbito de estudio de la, aún por alumbrar, disciplina de los Estudios Canarios? Creo que un enfoque así haría más justicia al trabajo de instituciones como el Instituto de Estudios Canarios, la Casa de Colón, nuestras Universidades, el CEDOCAM,… y que ésta debe incluir pero también superar el ámbito de las relaciones entre Canarias y América. Esos Estudios Canarios interdisciplinares debieran algún día, esperemos que pronto, gozar de reconocimiento oficial, académico, nacional e internacional. Añado otra cuestión: estoy seguro de que no sería el caso de las Jornadas del CECA de Nueva York pero como creo haber leído entre líneas en esta crónica algo parecido me voy a lanzar. Se ha investigado mucho sobre Canarias con perspectiva descentrada, desde fuera de Canarias, aunque físicamente esas investigaciones se hayan producido en las islas. Sé que también ha habido ejemplos de lo contrario pero de poco servirán los Estudios Canarios a los que antes aludía si éstos no están fundados en una sólida perspectiva canaria. ¡Ojalá el CECA sea un baluarte de dicha perspectiva!