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Nací en Santa Cruz de Tenerife aunque disfruté de mi infancia en la Finca La Pasada, Barranco Hondo. Es allí, en aquel territorio libre donde aprendí a ser. Recuerdo escribir mis primeros relatos junto a mi padre cuando era chica, en una biblioteca repleta de libros y de cosas de nuestros guanches. Era un lugar mágico situado justo en el centro de todos los árboles frutales. Estudié pedagogía aunque lo que quería de verdad era ser escritora. Aprendí mucho en la universidad de todos aquellos elementos que la componían, lucha social, diversión y libros. Tras la universidad he tratado de cultivar siempre ese lado que me hace ser yo, colaborando en diferentes medios de comunicación del archipiélago como articulista de opinión, realizando crónicas culturales, entrevistas... En mis relatos procuro ofrecer mi acento isleño, mis vivencias y el modo que tengo de ver la realidad.
Lanzarote es mi primera isla porque en ella hice aquel viaje. Además, como saben ustedes, los que me leen, soy Yaiza y este nombre tiene la cualidad de darme un poder especial en esta isla de fuego.
Me llamo como la parte sur de volcán oscuro y a veces sueño que me pertenece un pedazo. No se trata de compra y venta hipotecaria, es algo que va mucho más allá de lo económico. Es una cuestión de pertenecer a ella, de tener en mi yo algo de lava solidificada.
Soy Yaiza y un día fui por primera vez a Lanzarote. Pero todo tiene un porqué en Nona y Juan. Éramos pequeños y llegaron a nuestro hogar. Vivían en una casita de medianeros situada al lado de la biblioteca. Mi madre la bautizó un día como “Villa el nido”, lo pintó con una brocha gorda en blanco sobre la puerta verde césped. Mientras, nosotros nos reíamos. Después tocó en la puerta y aparecieron ellos desnudos, Nona y Juan, como Yoko y Lennon.
Nona medía los gánigos que había encontrado papi y Juan hacía cómics punkis. Hace poco, ella me contó cómo llegaron a casa. Nona estudiaba arqueología en La Laguna y su profesor le habló de mi padre y fue a verlo.
– Hola Hermógenes, estoy estudiando arqueología y me encantaría poder hacer la tesis sobre las piezas que ha encontrado.
– ¿Universidad? Estoy harto de la universidad española que no hace nada por nuestra tierra, ¿ahora les voy a dar todo lo que he hecho?.
Ella, tan joven se fue decepcionada. Pero al día siguiente mi padre la llamó por teléfono.
– Mira Nona, que estaba pensando en que sí, que puedes venir a estudiar las piezas. Es más, si quieres puedes vivir con nosotros, tenemos una casita en medio de la finca.
Ese fue el principio de Villa el nido. Nos conocimos todos alrededor del puchero, de la sopa verde, de la carne con papas en el patio. Mi madre todo lo aromatizaba con las hierbas de la huerta.
– ¡Niños! ¡Vayan a buscar perejil!
Hoy estamos en Masdache, al lado de la bodega más antigua de Canarias, nos acercamos a comprar malvasía y brindamos. Estamos todos mami, Chaxi, Ruyman, Jules, Juanpe, María José, Véntor y Ione. Somos una familia grande (mi madre no se cansa de repetirlo). Hoy llegan Nona y Juan, con ellos está la pequeña Andrea, es como un pajarito elegante que revolotea por el nido.
– Es verdad mami, somos una familia muy grande.
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Nací en Santa Cruz de Tenerife aunque disfruté de mi infancia en la Finca La Pasada, Barranco Hondo. Es allí, en aquel territorio libre donde aprendí a ser. Recuerdo escribir mis primeros relatos junto a mi padre cuando era chica, en una biblioteca repleta de libros y de cosas de nuestros guanches. Era un lugar mágico situado justo en el centro de todos los árboles frutales. Estudié pedagogía aunque lo que quería de verdad era ser escritora. Aprendí mucho en la universidad de todos aquellos elementos que la componían, lucha social, diversión y libros. Tras la universidad he tratado de cultivar siempre ese lado que me hace ser yo, colaborando en diferentes medios de comunicación del archipiélago como articulista de opinión, realizando crónicas culturales, entrevistas... En mis relatos procuro ofrecer mi acento isleño, mis vivencias y el modo que tengo de ver la realidad.