
Este artículo lo publica
Agustín Bethencourt (Tenesor Rodríguez Martel) nace en Gran Canaria en 1972. Estudios de lengua y cultura rusas en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria . Vive en Moscú de 2002 a 2007. Tras 8 años viviendo en Bruselas, en 2016 se muda a Viena, desde donde sigue muy de cerca la realidad de Europa Central y Oriental. Miembro fundador de la revista Tamaimos y de la Fundación Tamaimos.
Estas últimas semanas de fiebre de Halloween en que mucho se ha hablado de pérdida de y hasta de conflicto entre tradiciones le he estado dando vueltas a la cabeza a cómo celebrábamos, celebramos y, posiblemente, celebraremos nuestras fiestas en Canarias. Aunque hace ya más de diez años que la investigación, primero, y el trabajo, después, me hicieron desplegar las velas y buscar nuevos horizontes, lo cierto es que yo, citando a Manuel Padorno, “me fui nunca”. Donde quiera que estoy, tengo siempre presente a Canarias, a mi Gran Canaria natal, a la Tafira en la que me crié, a mi Agüimes de adopción y al Icod por el que corretean mis hijos cada verano.
Y es pensando, precisamente, en los más jóvenes, y en los que nos seguirán cuando ya no estemos, que esta reflexión me parece ineludible. Por el formato de este artículo no voy a acometer ni siquiera un tímido intento de esbozar una teoría sobre lo que representan y lo que aportan las fiestas. Raúl Vega, en un artículo reciente, llama la atención sobre lo necesario de esta reflexión. Para la misma, contamos con herramientas tan valiosas como la obra Fiesta Canaria, de Felipe Bermúdez.
En estas líneas me voy a limitar a esbozar tres elementos que me parecen de especial importancia de cara a esta tarea:
A mí, personalmente, me gustaría que mis hijos, aunque no hayan nacido en Canarias y no tengan contacto diario con nuestra cultura, cuando pisan el suelo de nuestro pequeño país volcánico, lo que vean, lo que sientan, lo que huelan cuando participen en una fiesta, no sea que están en un parque temático lleno de Oktoberfest, fiestas asturianas de la sidra, ferias de abril sevillanas y años nuevos en agosto. No, a mí me gustaría que sintieran la energía de un pueblo que se siente orgulloso de sus orígenes, seguro de sus posibilidades y esperanzado en su futuro. Que tanto si escuchan una isa como si van a un concierto de jazz; si de detienen ante una obra de Felo Monzón como si se tropiezan con un lienzo de Oscar Domínguez; si se dejan hipnotizar por una espiral de Chirino como si se sientan a dialogar con la piedra volcánica de César Manrique; si ven gaviotas de luz en Las Canteras como si silban palomas de la paz en el Garajonay, piensen: ¡Qué rica es la cultura de mis abuelos!
Para ello tengo la esperanza de que reflexionemos todos juntos y dejemos de adorar becerros de oro en forma de festividades importadas sin ton ni son, sin arraigo ni tradición, sin pasado isleño ni querencias volcánicas.
Esta esperanza está alimentada por miles de personas que día a día trabajan en este sentido. Un ejemplo: La XII Feria del Sureste de Gran Canaria, que acaba de terminar. En esta estupenda tirijala de fotos de Juan Carlos Castro se puede ver a personas de todas las edades ilusionadas por pasar unos días divertidos, consumiendo productos locales, escuchando y viendo a artistas locales, participando de la vida de la comunidad y convirtiendo el fin de semana en algo productivo en todos los sentidos de la palabra: ¡más de cien mil vecinos y visitantes generando actividad económica sobre la base de valorar lo propio en lo que se merece!
Son estas personas y estas iniciativas las que marcan el rumbo a seguir. Si escuchamos sus voces, si seguimos su ejemplo, llevaremos la nave canaria a buen puerto.
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Agustín Bethencourt (Tenesor Rodríguez Martel) nace en Gran Canaria en 1972. Estudios de lengua y cultura rusas en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria . Vive en Moscú de 2002 a 2007. Tras 8 años viviendo en Bruselas, en 2016 se muda a Viena, desde donde sigue muy de cerca la realidad de Europa Central y Oriental. Miembro fundador de la revista Tamaimos y de la Fundación Tamaimos.
Una gran reflexión llena de sentimientos y deseos dignos de compartir. Las personas conocedoras de las cultura, del arte, de la música del deporte canario, etcétera, apoyadas por sus respectivos Ayuntamientos y Cabildos, deben retomar la tarea de despertar en este pueblo las ansias de conocer bien y celebrar lo suyo. Ello no sería obstáculo para que el pueblo participe en eventos que aglutinen a los jóvenes una o dos veces al año, en los cuales no solo se invitará a intérpretes foráneos del ancho mundo sino también de nuestro pueblo. Sería lo deseable. Un saludo. Ahul. N.B.: cuando incorporo el captcha y no me da señal de error interpreto que el mensaje entró, con lo que me evito guardarlo para realizar un reintento. Sin embargo he observado que en algún caso no es así. ¿Qué se puede hacer? Vale. Captcha: 8-seis=[2].