
Este artículo lo publica
Aníbal García Llarena nació en Tenerife, Islas Canarias. Pasó toda su vida en el populoso barrio lagunero de Taco, salvo un año de universidad que cursaba estudios de sociología, y se trasladó a Toulouse (Francia). Es un apasionado de la cultura y tradiciones del pueblo canario, actividad que en música y baile refleja su situación laboral desde tiempo en la isla de Gran Canaria (actual lugar de residencia). Es un amante de las lenguas y la literatura, especializándose, en esto último, en relatos cortos, décimas y greguerías.
A veces me pongo a pensar en la muerte y en el misterio de la reencarnación. Tengo claro que no volvería a ser humano pero, ¿qué posibilidades atractivas existen?
El leopardo, en tanto que felino, es elegante. También alcanza altas velocidades corriendo; es una ventaja maravillosa, pero pensándolo mejor, mis ganas terribles por ser veloz no han sido por otro motivo que por el de huir, y hoy no tengo ese problema.
Además, en mi muerte puedo acabar estampado en horribles tejidos y prendas paseantes. No, no quiero ser leopardo.
El loro habla, y en ocasiones resulta elocuente. Yo me esforzaría en serlo. Posee la virtud del vuelo, y eso ya cumple dos requisitos importantes. Lo malo es que cayera en un loro doméstico, con lo que estaría condenado a hablar de forma burlesca cuando les plazca a mis dueños y a comer de por vida las asquerosas pipas sin sal.
Además, en mi muerte puedo acabar en el contenedor de basura o siendo el juguete de un maldito, pero elegante felino. No, no quiero ser loro.
La cucaracha. Es un animal del que nadie se va a aprovechar nunca y a su vez no le es indiferente al mundo. Conviviría con personas sin tener que darles cuentas y saldría todas las noches de verano. ¡La cucaracha es perfecta!
Pero, en mi muerte… Me podría librar mil veces de la muerte, tendría esa capacidad; a no ser del último cholazo. En ese caso, después de la ejecución, un ejército de hormigas elevaría mi cuerpo dando lugar a mi minuto de gloria.
Me pasearían como homenajeando un fallecimiento que les sirve de provecho y entonces, y solamente entonces, me sentiría realizado. Sí, quiero ser cucaracha.
(Si no me sale lo del animal y me reencarno en cosa, lo haré en pipa. Pues con o sin sal, la hormiga portará igualmente mi cáscara)
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Aníbal García Llarena nació en Tenerife, Islas Canarias. Pasó toda su vida en el populoso barrio lagunero de Taco, salvo un año de universidad que cursaba estudios de sociología, y se trasladó a Toulouse (Francia). Es un apasionado de la cultura y tradiciones del pueblo canario, actividad que en música y baile refleja su situación laboral desde tiempo en la isla de Gran Canaria (actual lugar de residencia). Es un amante de las lenguas y la literatura, especializándose, en esto último, en relatos cortos, décimas y greguerías.