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Edmundo Ventura es, por ventura, muchos Mundos en uno solo. O, si se quiere, otro Mundo de los muchos mundos que somos las personas. Se dedica a escribir sin tapujos. Se le ha visto en compañía de su alter ego, Josemi Martín, frecuentando malas compañías, a altas horas y en lugares poco recomendables. Mientras éste guarda las apariencias y quiere pasar por formal y recto, aquél se muestra descarnado e imperfecto como es. Dicen que tanto viento lo desarbola pero sabe mantener la dirección. Tiene, como su tocayo el Conde, sed de justicia. Creyó en aquél que dijo que sería saciado.
Si la palabra “izquierda” es un impedimento para entenderse y trabar alianzas con sectores más amplios de la sociedad, habrá que convenir en que la metáfora podrá existir pero muy útil no es.
No le falta razón a Errejón cuando alude a la condición de metáfora de la categoría “izquierda”. Es bien sabido que tanto izquierda como derecha hacen aparición como vocablos de uso político a partir de la Revolución francesa debido a la posición de ambos “partidos” en la Asamblea en que nació el parlamentarismo moderno para algunos. Los ingleses llevaban siglos con parlamento pero, en mi opinión, no se puede calificar de moderno hasta que entran en Westminster el laborismo y, con él, la clase obrera. Sea como fuere, la metáfora ha sido exitosa y el sistema de partidos, sindicatos, asociaciones de todo tipo, intelectuales, votantes, etc. que se reclama “de la izquierda” es persistente. Otra cosa es que sea útil.
Como en cualquier metáfora, el sentido literal es transformado en uno figurado, con el que se busca un fin estético o comunicativo. Es más fácil decir “izquierda” que “movimiento socio-político y cultural en favor de la igualdad, la justicia, la eliminación de cualquier forma de opresión, etc.”. Sin embargo, cuando la metáfora se convierte en un obstáculo que nos impide aprehender la realidad, cuanto más transformarla, no parece mala idea revisar la misma y atrevernos a derribar ciertos muros autoimpuestos, también en el terreno de la comunicación, que a veces se nos aparecen como etiquetas identitarias de consumo propio y sin mayor recorrido. Si la palabra “izquierda” es un impedimento para entenderse y trabar alianzas con sectores más amplios de la sociedad, habrá que convenir en que la metáfora podrá existir pero muy útil no es.
En estos días se empieza hablar abiertamente aunque no sin prudencia acerca de la reunificación del nacionalismo. En mi opinión, es un objetivo deseable por muchas razones pero, volviendo al asunto de las metáforas, no creo que convenga aferrarse a un vocablo como el de “izquierda”, que en algunas ocasiones funciona más como autodefinición, no sé si hasta algo distorsionada. Como ya se comienza a hacer, hablemos de redistribución, igualitarismo, humanismo, igualdad, soberanía, derechos, libertades, no discriminación, capacidad de decidir, sostenibilidad, etc. La cantidad de gente que podremos encontrarnos en esos horizontes será, sin dudarlo, muy superior a la de quienes sigan atrapadas en una metáfora de escaso recorrido para el país canario del siglo XXI.
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Edmundo Ventura es, por ventura, muchos Mundos en uno solo. O, si se quiere, otro Mundo de los muchos mundos que somos las personas. Se dedica a escribir sin tapujos. Se le ha visto en compañía de su alter ego, Josemi Martín, frecuentando malas compañías, a altas horas y en lugares poco recomendables. Mientras éste guarda las apariencias y quiere pasar por formal y recto, aquél se muestra descarnado e imperfecto como es. Dicen que tanto viento lo desarbola pero sabe mantener la dirección. Tiene, como su tocayo el Conde, sed de justicia. Creyó en aquél que dijo que sería saciado.
De acuerdo. Pero teniendo en cuenta que la derecha, que no admite llamarse así, nunca pactará con la “izquierda”, mientras que es la izquierda, si no es dogmática, la única que tratará de entenderse transversalmente con la derecha.